Hacía ya bastante tiempo que no me pegaba una vuelta por una de las tantas villas de nuestra querida Capital Federal. Una de las últimas veces que lo hice, y hablo de la Capital, fue allá lejos cuando la 1 11-14 no estaba tan pesada, y de hecho aquella vez dejé algún escrito por acá.
Hoy fue verle la cara a los tipos que venden paco a chicos de 12 años y no poder hacer nada; ver que una mujer muestra las balas perdidas que guarda como souvenir y que cuenta, casi resignada, que una banda nueva de narcos paraguayos tomó el lugar y ataca a las chicas a mordiscones (literal: ¡las muerden como perros!). Es algo bastante aterrador: los chorros con los narcos, los narcos con la poli, la poli con el político, el periodista con los vecinos muertos de miedo.
Nada, me levanté muy temprano y tuve un día complicado. Tuve el impulso de pasearme, máquina de fotos en mano, por una de esas villas invisibles para tantos de nosotros y hasta un pibito de no más de diez años me atacó al grito de “qué sacá foto vó, tomatelá!”; cuando lo volví a mirar me di cuenta de que ese nene estaba muerto, que era un caso perdido y fue triste. (Nota: claro que no en todos lados pude andar con la máquina en mano, seré periodista pero no imbécil y hay que decir -para evitar imitaciones mogólicas- que a ese lugar no se entra solo).
Como sea, alguien -no sé quién- se está llenando de plata con esta gente, con este tremendo genocidio en el más amplio sentido de la palabra y me mata saber que pueden dormir de noche.
Creo que voy a volver a los barrios, a hablar con su gente, a hacerles preguntas, a sacarles fotos. Quizás contarlo sirva, porque pasa el tiempo y siguen invisibles, solos y cada vez más pobres a pesar de las muchas ventajas de estar en una villa de Capital y no en una del Conurbano que, pueden creerme mucho: son terriblemente peores.
Hoy fue verle la cara a los tipos que venden paco a chicos de 12 años y no poder hacer nada; ver que una mujer muestra las balas perdidas que guarda como souvenir y que cuenta, casi resignada, que una banda nueva de narcos paraguayos tomó el lugar y ataca a las chicas a mordiscones (literal: ¡las muerden como perros!). Es algo bastante aterrador: los chorros con los narcos, los narcos con la poli, la poli con el político, el periodista con los vecinos muertos de miedo.
Nada, me levanté muy temprano y tuve un día complicado. Tuve el impulso de pasearme, máquina de fotos en mano, por una de esas villas invisibles para tantos de nosotros y hasta un pibito de no más de diez años me atacó al grito de “qué sacá foto vó, tomatelá!”; cuando lo volví a mirar me di cuenta de que ese nene estaba muerto, que era un caso perdido y fue triste. (Nota: claro que no en todos lados pude andar con la máquina en mano, seré periodista pero no imbécil y hay que decir -para evitar imitaciones mogólicas- que a ese lugar no se entra solo).
Como sea, alguien -no sé quién- se está llenando de plata con esta gente, con este tremendo genocidio en el más amplio sentido de la palabra y me mata saber que pueden dormir de noche.
Creo que voy a volver a los barrios, a hablar con su gente, a hacerles preguntas, a sacarles fotos. Quizás contarlo sirva, porque pasa el tiempo y siguen invisibles, solos y cada vez más pobres a pesar de las muchas ventajas de estar en una villa de Capital y no en una del Conurbano que, pueden creerme mucho: son terriblemente peores.
Por Dios que la mayoría son gente laburadora, buena y amable. Fue muy triste escucharlos.
El cura de la villa 21-24 está amenazado de muerte por una banda nueva (outsiders con guita), sus seguidores lo apoyan más que nunca y hasta uno de ellos enfatizó: "¿Viste que no es tan terrible como dicen?". Dije que sí, el flaco me había paseado por lo más heavy de "la city 21" y yo no podía decir mucho más...
Después me subí a un bondi atestado de gente, de olores y mis prejuicios me llevaron a revisarme los bolsillos: una de las señoras me había dejado una bala 9 mm de recuerdo. Esa bala no la había disparado un policía, eso también me había dicho.
Nada, eso, me voy a dormir... Supongo que mañana tengo que transformar esto en una nota, ya sin sentimientos, ni nada más que lo que vi, olí y toqué. Aunque dudo que la pueda armar así.
Desde La Nada,
Riggy
Ps. En la City 21-24 no suenan Orianthi o Taly, suenan tiros, cumbias y gritos.
Otro mundo a cuarenta minutos de colectivo. Nunca va a dejar de sorprenderme...
2 comentarios:
Hola "Che"
A la Argentina la conozco por las canciones que han llegado a mis oídos, pero eso que cuentas suena a que ya lo hubiera visto yo acá.
Si vale la pena contarlo, decirlo no está mal ni es en vano, alguien puede empezar por cambiar la cinta y así uno a uno quien quita y logramos cambiar este lugar. No decirlo es lo que está mal.
Saludos y gracias por pasar por mi casa
Joe,
Gracias por pasar y sí: lamentablemente no me extraña que lo que cuento ya lo hubieras visto por allá, sea México, Perú, Bolivia, Venezuela, Cuba o cualquier otro punto de nuestra sufrida latinoamérica. Vaya uno a saber por qué, pero las historias se repiten cíclicas, y casi que nos imitamos, y funcionamos en un bloque que suele apuntarle a la mierda más densa. Durante mucho tiempo sostuve que nos manejaron, pero hoy pienso que eso es subestimar a la gente tan valiosa que tienen estas tierras. Como sea, mi ciudad está peligrosa, corrupta y fea. Suelo contar a diario sobre asesinatos, robos, corruptelas y nada, esto es simplemente catársis, quizás sirva, quizás no: a mí me hace bien.
Un fuerte abrazo
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