domingo, octubre 25, 2009

Dreams


Repite la gente que los sueños son la manifestación de miedos y deseos, y si mis miedos te desean suerte, de verdad que en mi sueño fueron mis peores miedos y toda tu suerte.

No hay como un sueño escrito, deformado por los minutos y con John Lennon de fondo.

No recuerdo por qué llegaba a tu casa, pero era un argumento sólido porque -creo- sólo un argumento muy sólido podía haberme depositado en una puerta que, claro, no era tu puerta. Recuerdo lo obvio: ese miedo primigenio, esperado, único: la voz masculina del otro lado, las risas y sí: me abrió un hombre y vos que, abochornada y vestida (gracias, inconsciente mío) te tapaste la cara, te diste vuelta y, entre hermosa e incrédula, te fuiste esgrimiendo algo como “no lo puedo creer”.

Lo tremendo de mi sueño era él, no vos: un adonis buena onda que claramente no era tu ex novio (¿este sería mi peor miedo?), que me miró, sonrió con todos sus dientes y me dio media explicación, algo como que vivía con tu ex, que era su amigo y que nada, ahora estaba con vos y se fue para dejarnos solos. Un adonis de la provincia de Buenos Aires, blanquito, querible, humilde.

Posiblemente por alguna remembranza del pasado, de los tantos pasados que tengo, imaginé un combate cuerpo a cuerpo o mejor, una unilateral golpiza de su parte, de cualquier parte menos de la mía, pero no ocurrió.

En una confusa y última escena, lavabas los platos, no teníamos mayor diálogo (o no lo teníamos en absoluto) y te ibas. Miraba tu pelo, lo pequeño de tu cuerpo, tu forma toda y mientras iluminabas la cocina, buscaba la tan sólida razón que me había llevado hasta ahí. Traté de odiarte y me derretía de amor, de pena.

En un salvador salto onírico, llegaba un amigo del adonis y ahora estábamos en una suerte de merendero onda Beverlly Hills 90210, estabas, pero eras como un fantasma que nunca aparecía, una presencia implícita que me ponía nervioso; porque sí, porque estabas y no estabas sola ni con quien imaginé podías estar: estabas con el adonis.

Nunca apareciste y yo terminaba tomando algo con el amigo ése que apareció, tan bonaerense como todos, un amigo que me hablaba bien de ustedes, que me preguntaba si había llegado para arruinarlo todo (¿todo otra vez?) y de fondo casi se escuchaban murmullos como de gente y risas; felicitaciones, los novios que se iban (¿vivan los novios?) y yo que me quedaba tomando un café, mirando un merendero vacío, sintiéndome tan así, tan vacío que fue como morir. Repite la gente también que en los sueños uno nunca muere.

Quizás por eso me desperté y no quise volver a dormir.

Escribí esto escuchando hasta el hartazgo "Watching the wheels" y "Woman".

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