Cerdas, guanacas, perras, traidoras, mentirosas.
La mujer, esta noche, es lo peor que hay.
Las únicas putas que respeto son las que cobran en metálico.
Las demás, o sea, el resto del género, son pura maldad: meditan cada paso haciendo el papelito que mejor le conviene y dando estocadas a tración sin ensuciarse manos ni conciencia.
Recorrí puteríos y zonas rojas; me codeo con transas y fiolos; caminé villas y anduve de rancho en rancho en las peores tumbas.
No hay esquina ni tugurio que no conozca y que se sepa pertenezco a lo más alto de la alta suciedad.
Y de todo lo que me anduve la peor mierda que vi jamás es la mujer promedio: esa que camina con paso digno a su casa, a sus hijos, a su marido.
Algo así de horrible había escrito hace un par de noches, en medio de un combate cuerpo a cuerpo contra un fármaco que me obligaba a dormir, pero lo cierto es que Orianthi sigue cantando y tocando su guitarra, y en medio de mis noches de música y libros aparece la muy señorita con sus aires de literata que no es, y su zona Norte tan metida en las formas y el hablar.
Lo cierto es que esta noche, la mujer, ésa mujer, es lo mejor que hay. Y me releeo lo anterior y me releo el blog entero y tengo la certeza de que la rueda vuelve a girar y allá voy, dispuesto a todo una vez más, total ya sé que no va a funcionar y que siempre voy a tener algún buen disco a mano y mis ganas ridículas de escribir cuanta cosa me pasa en este viejo blog.
1 comentario:
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