Nada más preciado, más cuidado, más íntimo, propio, único.
Nada más tierno, más nuevo, más puro.
Nada más lindo y perfecto que su regalo, que su entrega, que su mirarme desde lo profundo de sus ojos; esos ojos negros y eternos en los que se reflejaba la magia de la ofrenda, el miedo y el dolor; esos que esperaban la conversión y que sin más, me convirtieron a mí también.
Envueltos en una total y absoluta paz, con esa seguridad que no muchos pueden ostentar, Scarlett se convirtió conmigo y juntos atravesamos un camino de sangre y fuego que juro no voy a olvidar mientras viva.
En una noche que tuvo a una rubia bluseando para nosotros, la morocha más increíble que haya conocido me eligió, me miró y me enalteció como nadie lo hizo jamás.
Lo demás fueron torpezas, accidentes y risas.
Con ese abrazo, ese temblar y todo lo demás, la noche fue mágica y perfecta.
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