miércoles, marzo 24, 2010

Nils, el ebrio

El miedo es posiblemente el sentimiento que me define, y esta noche en que le temo a una polilla que choca contra las paredes, sigo leyendo a Borges y sigo maravillado. Esta vez dice así:

Dios totalmente se hizo hombre pero hombre hasta la infamia, hombre hasta la reprobación y el abismo. Para salvarnos, pudo elegir cualquiera de los destinos que traman la perpleja red de la historia; pudo ser Alejandro o Pitágoras, Rurik o Jesús; eligió un infinito destino: fue Judas.

Dice, al final...

Ebrio de insomnio y de vertiginosa dialéctica, Nils Runeberg erró por la calles de Malmö, rogando a voces que le fuera deparada la gracia de compartir con el redentor el Infierno.
Murió de la rotura de un aneurisma, el primero de marzo de 1912. Los heresiólogos tal vez lo recordarán; agregó al concepto del Hijo, que parecía agotado, las complejidades del mal y del infortunio.

Insomne y muerto. Ese anteúltimo párrafo me hizo acordar a José Hernández...

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