Se me fue la autoestima al carajo. El espejito que me daba la diestra, ahora sólo me da la espalda y La Nada se hace espesa y se hace toda. Me refugio en mi música y en mi auto y sufro porque no doy en la tecla, ni en los acentos, ni en las comas, y a veces pienso que estoy cansado como caballo viejo y que me gustaría tener un quiosco y venderle sugus a los pibes de un barrio mientras escucho la radio y miro la vereda, para después llegar a una casa periférica y tocar un piano viejo que no tengo ni sabría tocar. Detesto el encorsetamiento frígido de una cabeza informativa que realmente me nefrega, porque no me puede importar menos la actualidad y la coyuntura ridícula en la que vivimos. Porque me cago con la mayor honestidad en la mierda que me rodea. No sufro por eso, no me escandaliza, no me conmueve, no me intriga; me aburre, me parece básica, predecible e intrascendente. De verdad pienso que la gente no necesita en absoluto saber cada mierda que pasa a cada minuto. Necesita prescindir de datos, estadísticas, de ciertos hechos. De verdad pienso que la gente tiene que saber escuchar una canción, perder su alma entre las líneas de un libro o sus ojos en otros ojos que le arranquen lágrimas de emoción. Todo lo demás es la imbecilidad hecha vorágine, una farsa que se repite cíclica cada veinticuatro horas y que no termino de tolerar por mucho cuero que le ponga a toda esta historia que elegí, y que para muchos me convierte en un privilegiado. El periodismo es la más grande de las mentiras que todavía se sostienen; inconcebible y dañino existe para calmar conciencias y acompañar cómplice enormes atrocidades. El periodismo en su propia esencia es un atentado a la verdad, por lo menos tal como yo entiendo a la verdad. Me la busco y la encuentro y mi vida también se torna cíclica y mi periodo más autodestructivo aún viene conmigo por mucho que le ponga también a esa historia. Mi hocico sigue clavado en lo más hediondo y putrefacto, y me encargo de husmear un poco más allá a costa de convulsiones, arcadas y asfixia. El derecho de piso crónico, la gente que se repite incansable y yo que los miro y que los odio, para que en poco tiempo ellos pasen de ignorarme a adorarme y nunca más dejarme en paz. Tuve una semana venenosa. Quizás sólo sea eso y quizás toda mi furia en esta noche de mil cigarrillos sea la pasividad extrema que mantengo en mí día a día, cuando no hago más que mirar impávido y mudo como pifio en cosas que de verdad conozco. Me serena el alma la oculta esperanza de algún día simplemente poder huir, yo y esos acordes que no se ejecutar para perderme en algún punto en donde solos encontremos paz y resignación. Mientras tanto los comparto, porque de eso también se tratan mis verdades. Si alguien alguna vez escuchó algo más hermoso y catártico que ese Ave María que por favor lo diga en este minuto. Y créanme: no estoy para pelotudeces.
2 comentarios:
Pero muchacho, nada es tan grave. Casi todo el tiempo hay momentos malos y aburridos, salvo excepciones. Hay que saber esperar y disfrutar. Una frase hecha: La verdadera libertad es cuando uno hace lo que tiene que hacer y no lo que quiere hacer. Suena un poco mesiánica pero fijate que es verdadera.
A mi me pasa que aunque todo mi sentido común y mi racionalidad me lleve al pesimismo mas absoluto busco irracionalmente el optimismo.
El 2008 va a ser un buen año y recien empieza.
Mi amigo Fer siempre dice que soy una persona categórica, y la verdad es que tiene razón. Anoche mientras escuchaba música me solté a escribir y salió eso: días eternos, mucha presión y bue..., pasé al dark side.
Recién empieza, es cierto. Y viene siendo un buen año...
Gracias por la frase, es real.
Abrazo
R.
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